Guerra y libertad — Fernando Tesón
Traducción del artículo originalmente titulado War and Freedom
Los libertarios son conocidos por su oposición a la guerra. Sin embargo, no hay una teoría claramente libertaria de la guerra. Como Matt Zwolinski ha sugerido, el libertarismo no es una doctrina unificada sino un conjunto de ideas. Entre ellas se incluyen:
Un compromiso con la propiedad privada.
Un compromiso con la libertad negativa.
El escepticismo del poder político y la autoridad.
Confianza en los mercados libres.
Un compromiso con el individualismo normativo y metodológico.
Una creencia en el significado del orden espontáneo.
Como podemos ver, la guerra no está en esta lista. Sin embargo, los habituales argumentos libertarios contra la guerra se derivan de estos compromisos. Esos argumentos son:
I. La guerra viola la prohibición de iniciar la fuerza (o iniciar la violación de derechos).
Los libertarios que hacen este argumento están divididos. Algunos, como los primeros Murray Rothbard y Bryan Caplan, son pacifistas: todas las guerras están prohibidas, incluso las defensivas, porque matan a personas inocentes. Otros, como Harry Browne y Ron Paul, piensan que sólo se permiten las guerras en defensa del propio Estado (autodefensa individual, art. 51, Carta de la ONU). Así, una guerra en defensa de un aliado (autodefensa colectiva) o una guerra para salvar a la gente de las masacres (intervención humanitaria) no lo están. Esta es una forma de nacionalismo libertario.
II. La guerra interfiere con la búsqueda de proyectos personales
Michael Walzer (no libertario) hace este argumento. Lo llama la tiranía de la guerra. La guerra obliga a hombres y mujeres a luchar, huir, morir y sufrir, cuando preferirían estar haciendo otra cosa. Este argumento es bastante agradable con la idea de Loren Lomasky de las personas como perseguidores de proyectos racionales. Tal visión no implica pacifismo.
III. La guerra tiene múltiples efectos perjudiciales:
La guerra fomenta el nacionalismo, una doctrina notoriamente amenazante para la libertad.
La guerra está en desacuerdo con el progreso y la prosperidad que se deriva de los movimientos sin trabas de bienes, capital y mano de obra que cimentan el progreso humano.
La guerra fomenta el colectivismo y la regimentación, lo cual es inconsistente con el individualismo que los libertarios apoyan.
La guerra infla el poder de los gobernantes que declaran que las medidas de emergencia de la guerra son necesarias para contrarrestar las amenazas externas.
El compromiso con los ideales libertarios es coherente con el pacifismo contingente o con la creencia contraria de que algunas guerras están moralmente justificadas. Lo que es inconsistente con la doctrina libertaria es la mentalidad militarista. Esta mentalidad infecta a una sociedad libre al sustituir las relaciones rígidas y jerárquicas por intercambios voluntarios y espontáneos. Un aspecto central de la aversión libertaria a la guerra es la convicción de que las personas no deben ser sacrificadas a los objetivos colectivos del Estado, por la buena razón de que, para los libertarios, no hay objetivos colectivos del Estado. La guerra sólo puede justificarse por el bien de la vida y la libertad individuales.