Sí, la política debe ser una guerra — Jason Brennan
Traducción del artículo originalmente titulado Yes, Politics Must Be War
El liberalismo de la razón pública y la teoría de la razón pública en general sigue siendo un gran tema en la filosofía política. El problema básico que los liberales de la razón pública (en adelante LRP) creen que deben resolver es el siguiente:
La gente tiene un rango diverso de puntos de vista morales, religiosos y políticos. Afirman que los ciudadanos discuten profundamente la naturaleza de lo bueno y lo justo, y también discuten cuáles son las instituciones, políticas y prácticas que mejor cumplen sus objetivos normativos. Si se dan estas condiciones, esto supuestamente genera un problema normativo: ¿cómo se pueden imponer a todos nosotros normas morales o políticas uniformes, sin tratarnos como no libres o desiguales, sin atropellar nuestros razonables desacuerdos morales sobre lo bueno y lo justo, y sin atropellar nuestros razonables desacuerdos empíricos sobre cómo realizar nuestros objetivos morales?
Me preocupa que el liberalismo de la razón pública sea una no solución a un pseudoproblema. Es una no solución porque hasta ahora nadie ha sido capaz de resolver el problema descrito, aunque Gerald Gaus, Kevin Vallier y algunos otros lo han intentado honestamente. (Por el contrario, algunos liberales de la razón pública, en lugar de intentar resolver el problema, usan la teoría como un arma para descartar a cualquiera con el que no estén de acuerdo por ser irrazonable, para evitar tener que responder a objeciones difíciles a sus propias teorías). Pero incluso si los LRPs resolvieron satisfactoriamente el problema, ¿y qué? ¿Qué pasa si el problema que están tratando de resolver es ilusorio?
Tengo un artículo que saldrá en el volumen de Politics and Truth de la OUP de Elizabeth Edenberg y Michael Hannon llamado «Does Public Reason Liberalism Rest on a Mistake?: Democracy’s Doxastic and Epistemic Problems» (¿El liberalismo de la razón pública se basa en un error?: los problemas doxásticos y epistémicos de la democracia). Aquí está el resumen:
El liberalismo de la razón pública es una teoría normativa destinada a adjudicar las creencias conflictivas de los ciudadanos sobre el derecho y el bien. Sin embargo, se basa en afirmaciones empíricas controvertidas y probablemente erróneas sobre la psicología y el conocimiento de los votantes. En la ciencia política, hay dos paradigmas principales — populismo y realismo — sobre la relación entre las creencias de los votantes y los resultados políticos. El realismo sostiene que la mayoría de los ciudadanos carecen del tipo de creencias y actitudes que los liberales de la razón pública creen que son normativamente significativas. Si es así, entonces la mayoría de los ciudadanos carecen del tipo de disputas ideológicas que el liberalismo de la razón pública se supone que debe adjudicar. Peor aún, la mayoría de los ciudadanos carecen del tipo de creencias normativas significativas sobre las que la justificación pública debe descansar.
En resumen, el documento sostiene que los tipos de conflictos ideológicos y doxásticos que los LRP quieren resolver simplemente no están ahí para empezar, excepto para un pequeño porcentaje (como menos del 10 por ciento) de la población general. Peor aún, el proyecto de los LRP está condenado porque la mayoría de la gente tiene estados doxásticos insuficientemente robustos a los que cualquier justificación pública podría engancharse.
Hoy, la Heterodox Academy ha publicado un buen resumen de la literatura sobre psicología política que apoya mi crítica. (No me gusta la descripción de «esencialismo», pero el resto de la pieza es buena.) Mientras que el liberalismo de la razón pública ve a la gente como uniéndose a facciones basadas en diferentes creencias, o como comenzando con diferentes creencias, de hecho, para la mayoría de la gente, la facción es lo primero y las creencias — si queremos llamarlas así — simplemente repiten lo que la facción dice hoy en día. De hecho, la gente es abrumadoramente inocente de la ideología. Se unen a los partidos por razones no ideológicas, no basadas en el interés. Votan por lo que son, no por lo que quieren. La razón por la que los partidos políticos pueden cambiar de plataforma casi de la noche a la mañana, pero mantienen casi todos los mismos votantes (que luego inmediatamente «cambian de opinión» para ajustarse a las plataformas del partido, pero que también niegan haber cambiado de opinión) es que los partidos no son coaliciones basadas en una ideología, creencia o interés común.
¿La política debe ser la guerra? Sí, por supuesto que debe serlo, porque la guerra es el punto. Las coaliciones Demócratas y Republicanas no se basan en creencias o intereses comunes, y la abrumadora mayoría de sus apoyos no les hicieron estar de acuerdo con las plataformas de sus partidos o sus ideologías actuales.