La presunción de libertad — Anthony de Jasay

Libertad en Español
4 min readJun 6, 2020

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Traducción del artículo originalmente titulado Liberty, Presumption of

Anthony de Jasay

Una «presunción de X» significa que se considera que X es el caso sin que se requieran argumentos o pruebas que lo apoyen. La carga de su refutación recae en el impugnador de la presunción.

La presunción de libertad significa que se considera que un individuo es libre de realizar cualquier acto factible sin tener que demostrar que no hay razón suficiente para no realizarlo. La carga de demostrar una causa suficiente contra el acto (o contra este individuo en particular que lo realiza) recae en el impugnador. Este último es característicamente la autoridad política, o el demandante en las disputas jurídicas, pero puede ser cualquier persona con acceso a la elaboración de normas públicas y a la administración. La causa suficiente puede consistir en una norma aplicable que prohíba el acto o en la probabilidad suficiente de que el acto, si se comete, perjudique significativamente a otra persona o personas.

Las convenciones, costumbres y leyes conforman el sistema de reglas destinado a guiar el comportamiento social. Un sistema de reglas que funciona en términos de prohibiciones es favorable a la presunción de libertad: «todo lo que no está expresamente prohibido es (susceptible de ser) libre». Un sistema de reglas que se ejecuta en términos de permisos, como las cartas de derechos, favorece la presunción de falta de libertad: «todo lo que no esté expresamente autorizado está (puede estar) prohibido». Sin embargo, aunque la naturaleza del sistema de reglas puede favorecer una u otra presunción, no establece ni excluye lógicamente ninguna de las dos.

Es muy difundido y discutido que la presunción de libertad es el fundamento más sólido que se puede encontrar para el edificio de las tesis clásicas liberales o libertarias.

Una aguda crítica al papel fundacional de la presunción de libertad, que la descarta como «una doctrina inverosímil», la condena principalmente por ser indiscriminada y da el mismo peso a las libertades de importancia vital que a las libertades de poca importancia. Condenarla por este motivo es como condenar el paraguas por el hecho de que protege indiscriminadamente de la lluvia no sólo a los grandes y los buenos, sino también a los ordinarios. Puede haber un caso para clasificar las libertades en un orden jerárquico de mayor y menor, como se hizo notablemente por John Rawls y sus seguidores, pero no es un caso liberal aunque sólo sea porque debe investir a alguien con el poder de decidir qué libertad es mayor que otra.

El otro ataque, más pesado, contra la presunción de libertad sostiene que depende del amor a la libertad o, más precisamente, de la imputación de un valor a la libertad. Esta dependencia hace que la presunción de libertad sea doblemente vulnerable. Se puede argumentar que la libertad como tal no tiene ningún valor y que a quienes reclaman una preferencia por ella no les gusta la libertad, sino otros valores que creen que traería consigo, pero que se pueden obtener de manera más directa y más segura sin recurrir a la presunción de libertad. También se puede argumentar, razonablemente, que, aunque la libertad puede ser valiosa, no es el único valor que perseguimos. Muchos creen, con razón o sin ella, que otros valores en efecto compiten con la libertad, y que más libertad provoca menos igualdad o seguridad. De ahí que la presunción de libertad, lejos de ser un fundamento firme, dependa precariamente de los equilibrios que se den entre estos valores en competencia.

Esta línea de argumentación es un error. La presunción de libertad no depende en absoluto del amor a la libertad. Es un producto puro de la lógica y la epistemología. Supongamos que la opinión está dividida sobre si un determinado acto es (o debe ser tratado como) libre. El actor que desea realizarlo sostiene que es libre, mientras que los contrincantes sostienen que no lo es. Las proposiciones que tienen un significado descriptivo son verificables o falsables o a veces ambas cosas. Tomemos la proposición de que el acto no es libre. Puede haber indefinidamente muchas razones potenciales para creer en esta noción, que tienen que ver sobre todo con los significados de las normas y con los supuestos daños a diversos intereses. El posible actor puede falsar algunas de ellas demostrando que son infundadas o de fuerza insuficiente. Pero como falsifica algunas, otras siempre pueden ser avanzadas porque esas razones son innumerables, y aunque el actor puede falsificar cualquier número grande, no puede falsificar todas. Por lo tanto, el actor no puede soportar la carga de la prueba, y, en lógica, sería absurdo ponerla sobre él.

El retador, sin embargo, está en una posición totalmente diferente, podemos decir asimétrica. Cualquier razón específica contra el acto en cuestión que él considere suficiente puede ser verificada por los argumentos y pruebas que se refieren a esa razón. Si no logra verificar su primera razón, puede encontrar una segunda y reunir pruebas que la apoyen hasta que finalmente tenga éxito en su impugnación o se le acaben los argumentos verificables. No hay nada lógicamente sin sentido o epistemológicamente inviable en la tarea de verificar su proposición de que el acto no debe ser libre. Por consiguiente, puede llevar la carga de la prueba. Hasta que logre cumplirla, la presunción de libertad prevalece, por así decirlo, por defecto.

Las presunciones de inocencia y propiedad son hermanas gemelas de la presunción de libertad, ya que surgen de la misma asimetría entre la verificación y la falsación. «Has cometido un crimen» y «tu título de propiedad es inválido» son afirmaciones no falsables, pero sí verificables, que pueden ser probadas, pero no desprotegidas. La presunción de inocencia no depende de los «derechos» del acusado ni de la presunción de propiedad en el caso económico para la seguridad de la tenencia del propietario. Al igual que la libertad, deben su condición a la naturaleza de los medios que la mente posee para distinguir lo verdadero de lo falso.

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